miércoles, 27 de noviembre de 2013


Una cuestión de léxico.



Por Vladimir Ramírez


Coger, una palabra como cualquier otra. En el contexto argento referencia a otras ideas diferentes a agarrar, tomar algo. Para Karen Jaramillo es la anécdota más divertida que recuerda “le dije a mis amigos que iba a coger el micro y ellos dijeron: ¿Qué le vas a hacer al micro?”.
Karen es una joven estudiante de arte callejero proveniente de Colombia, en un principio llegó a Argentina con el ímpetu de vivir en Buenos Aires, pero  un familiar cercano que vivía en La Plata la invitó a quedarse, un tiempo después  la ciudad se encargó de seducirla.
“Acá aprendí lo que era el mate, cuando me lo describían antes de llegar, pensé en chocolate, y hasta en una infusión de hierbas parecido a un té, nada que ver”. El mate no era muy conocido por los compañeros extranjeros, exceptuando Chile y Uruguay donde también es costumbre tomarlo con amigos.
Como muchos otros estudiantes extranjeros adecuarse al lenguaje local no es tarea fácil. Juega mucho la imaginación a la hora de intentar comprender  el nuevo léxico. Malas pasadas que se convierten en historias graciosas al recordarlas o simplemente una confusión al tratar de encontrar un producto con un nombre diferente al que se le conoce de nacimiento.
“Ananá, no tenía idea que era una piña” soltándose a reír. Ahora sabe el significado de piña en el país que la acoge y seguramente desde que lo supo nunca pedirá una, pues la expresión irse a las piñas ya le ha dado una referencia.
Aprender todos los días algo va más allá de la facultad, es cuestión de interacción. El aprender a vivir en un lugar diferente es un conocimiento que requiere tiempo y atención, como ubicarse. Karen recuerda haber caminado varias veces alrededor de la misma manzana o cuadra, sintiéndose totalmente perdida. “ushh... siempre le preguntaba a la gente, pero igual no llegaba, le preguntaba a más gente hasta cinco veces o tomaba un taxi, claro que ellos  escuchan tu acento y te dan más vueltas”
Adoptar nuevas costumbres va ligado al hecho de construir un nuevo hogar y por lo tanto se comienza a apropiar el lenguaje característico de donde se esté, dichos populares dirían: al sitio que fueres haz lo que vieres, Karen concuerda con esto y asegura “como todo, lo primero que uno se aprende son las malas palabras, al derecho y al revés”.
Confiesa que le encanta la palabra “Flashero” y que su frase favorita, o por lo menos la más usada por ella, es “andá a cagar”.
Se ríe cuando recuerda la travesía de buscar un ají, fue a la verdulería más cercana y tomó un pimentón, luego le dijeron que eso era un morrón, definitivamente no entendía nada.
A un año de vivir en La Plata ya reconoce un “chamuyo”, cuando antes le “echaban el cuento”, ya sabe que no está “bien”, está “piola”, que comprar un zapallo es llevar una ahuyama, que el dinero es la guita, que no  da pereza  da fiaca y que el aguacate se llama palta.
Muchas palabras nuevas faltan por escuchar y mucho más por aprender, lo que sí es  seguro  es que conservará ese buen humor cuando otra confusión aparezca en escena, porque hay que tener claro que comprendernos es solo cuestión de léxico.




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