Una
cuestión de léxico.
Por Vladimir Ramírez
Coger, una palabra como
cualquier otra. En el contexto argento referencia a otras ideas diferentes a agarrar,
tomar algo. Para Karen Jaramillo es la anécdota más divertida que recuerda “le
dije a mis amigos que iba a coger el micro y ellos dijeron: ¿Qué le vas a hacer
al micro?”.
Karen es una joven
estudiante de arte callejero proveniente de Colombia, en un principio llegó a Argentina
con el ímpetu de vivir en Buenos Aires, pero
un familiar cercano que vivía en La Plata la invitó a quedarse, un
tiempo después la ciudad se encargó de
seducirla.
“Acá aprendí lo que era el mate,
cuando me lo describían antes de llegar, pensé en chocolate, y hasta en una infusión
de hierbas parecido a un té, nada que ver”. El mate no era muy conocido por los
compañeros extranjeros, exceptuando Chile y Uruguay donde también es costumbre
tomarlo con amigos.
Como muchos otros
estudiantes extranjeros adecuarse al lenguaje local no es tarea fácil. Juega
mucho la imaginación a la hora de intentar comprender el nuevo léxico. Malas pasadas que se
convierten en historias graciosas al recordarlas o simplemente una confusión al
tratar de encontrar un producto con un nombre diferente al que se le conoce de
nacimiento.
“Ananá, no tenía idea que
era una piña” soltándose a reír. Ahora sabe el significado de piña en el país
que la acoge y seguramente desde que lo supo nunca pedirá una, pues la
expresión irse a las piñas ya le ha dado una referencia.
Aprender todos los días algo
va más allá de la facultad, es cuestión de interacción. El aprender a vivir en
un lugar diferente es un conocimiento que requiere tiempo y atención, como
ubicarse. Karen recuerda haber caminado varias veces alrededor de la misma
manzana o cuadra, sintiéndose totalmente perdida. “ushh... siempre le
preguntaba a la gente, pero igual no llegaba, le preguntaba a más gente hasta
cinco veces o tomaba un taxi, claro que ellos escuchan tu acento y te dan más vueltas”
Adoptar nuevas costumbres va
ligado al hecho de construir un nuevo hogar y por lo tanto se comienza a
apropiar el lenguaje característico de donde se esté, dichos populares dirían: al
sitio que fueres haz lo que vieres, Karen concuerda con esto y asegura “como
todo, lo primero que uno se aprende son las malas palabras, al derecho y al
revés”.
Confiesa que le encanta la palabra
“Flashero” y que su frase favorita, o por lo menos la más usada por ella, es “andá
a cagar”.
Se ríe cuando recuerda la travesía
de buscar un ají, fue a la verdulería más cercana y tomó un pimentón, luego le
dijeron que eso era un morrón, definitivamente no entendía nada.
A un año de vivir en La
Plata ya reconoce un “chamuyo”, cuando antes le “echaban el cuento”, ya sabe
que no está “bien”, está “piola”, que comprar un zapallo es llevar una ahuyama,
que el dinero es la guita, que no da pereza
da fiaca y que el aguacate se llama
palta.
Muchas palabras nuevas faltan
por escuchar y mucho más por aprender, lo que sí es seguro es que conservará ese buen humor cuando otra
confusión aparezca en escena, porque hay que tener claro que comprendernos es
solo cuestión de léxico.