miércoles, 23 de octubre de 2013


-ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS NO TEMÁIS A LA COCINA-



Por: Diego Leni


         Jóvenes del ámbito académico no desenfundar el sable a la hora de preparar un alimento. La cocina parece  ser un lugar temerario de transitar dónde las mujeres por presiones culturales, por lo general, se ven mejor desenvueltas. Aunque en cierta manera de 30 años hacia adelante se ha revertido la tendencia de la dama toda poderosa en el lenguaje culinario, no es menos cierto que los varones vigorosos a lo largo y a lo ancho, que bien podrían ser unos de sus pretendientes para el casorio, ni siquiera lavan un plato para complacerlas.

         ¿Quién de nosotros, en la plenitud de nuestra juventud no se ha preguntado, qué rayos hacer con una zanahoria y un huevo que sólo hubo en la heladera, en un día que el estómago reverberaba de hambre? Uno a lo mejor no resiste en intentar mezclar ambas cosas si la pereza es bienvenida, o boga por la búsqueda de otros ingredientes para lograr una comida más o menos consumible.

         Nadie quiere preguntarse: “¿qué comemos? “, justo cuando decidimos hacer planes con nuestra amiga temporaria, la resaca. Entonces para evitar males mayores, y no pasarse de consumistas corporativos de hamburguesas y salchichas, porque la obesidad y el sedentarismo tocan permanentemente el timbre de la casa, las verduras y las frutas claman en tono suplicante que las consumamos. Dicen “cómannos”.

         Pero a sabiendas de que nuestra alimentación no sólo tiene que ver con frutas y verduras, es preciso que nuestras manos estrenen esas cacerolas que nuestras madres o padres han usado gozosos, para expresarnos: “¿ven chicos? Así se cocina”. O que nos agarren con las manos en la masa pero no in fraganti cometiendo un delito, más bien literalmente, con la alegría reflejada en nuestro rostro al afirmar como quien descubriera el gran invento de la humanidad, luego de hacer fideos y contar a los nuestros: ¡¡miren los tallarines que me salieron!! Por ejemplo.

         Capaz al entender que en el mundo existía algo más que medir el tiempo, la ropa o la duración de los momentos que conviene estar acaramelados con nuestras parejas, también entenderemos que  las raciones de comida a consumir piden ser divididas o  los ingredientes nutricionales esperan con bombos y platillos a que alguien se decida a distribuirlos y mezclarlos, de modo que puedan formar algo denominado preparación o alimento.

         Si Messi pudiera soltar el balón cuando los varones ven un partido de la selección argentina, como de costumbre, y se desprendiera del chupete electrónico para ayudarnos a cocinar, sería genial, ¡pero bajemos los pies a tierra que hasta el mismo futbolista alguna vez se tuvo que defender frente al artefacto del terror: la cocina!Y lo raro sería en el caso de las mujeres, que una joven atenta a la novela televisiva, pretendiera que el tercero en discordia, le cuide de que no se le queme el tuco. No hay que ser ingenuo, ni vanidoso.

         Ojalá que en calidad de alumno universitario, el día que nos toque invitar a alguien a comer, no entienda que esté almorzando en la casa de Drácula, al advertir la presencia de nuestro plato culinario o que haya probado unos de sus bocados, no implique que se vuelva al reino del muy muy lejano y no regrese a comer nunca más al hogar.

         De más está decir que es saludable como recomendable extremar las iniciativas higiénicas. Aunque si ocurre que nuestros agasajados, están más que satisfechos con la comida que les ofrecimos -y no vale el delivery- al degustarla, misión cumplida, prueba superada. Pero si por caso se decepcionan y lo rechazan como si a alguien se lo hubiera propuesto como la gran meta, ¡a no desesperar! Para nada se nace con conocimientos. Errar es humano. Hasta que podamos gritar a los cuatro vientos que nos salió algo bueno. Alimentos siempre abundan tanto como las oportunidades para reivindicarse. Lo importante es ser valiente y decidido. El gran reto, es superar el desafío.




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