miércoles, 16 de octubre de 2013


El otro comer


-Otra opción económica para los estudiantes-


Por: Vicente Roca


             Hablando entre amigos, se hace corto el camino entre la Facultad de Periodismo (y Comunicación Social)  y la calle 120 entre 61 \ 62. Allí mismo existe un lugar plagado de estudiantes universitarios, con una entrada enrejada que invita a pasar. Al entrar, un cartel rojo nos avisa donde estamos parados: Comedor Universitario (de Periodismo).

            Cuando entramos se puede observar una pintada realizada por una agrupación de izquierda, también de color rojo, bañado por la luz que se asoma por entre las ramas del gran árbol que se encuentra  frente a la entrada; una pintura que se resalta en medio de la pared con unas palabras que consolidan la pertenencia del comedor al estudiantado universitario.

            Fue ahí que comenzó nuestra sesión de fotos. No sin antes preguntar, por si podíamos tomar las imágenes. Entonces, allí descubrimos la gran predisposición de los encargados de atender y de servir a los estudiantes en ese lugar.

            El aroma de la comida inundaba el ambiente, poco a poco nos marcó el camino hacia la cocina. Al entrar allí, nuestros ojos se vieron atraídos por dos carteleras de colores, las cuales daban la bienvenida a la primavera con una jovial y divertida frase que anunciaba: Feliz Primavera.

            Los trabajadores del comedor, vestidos con su habitual uniforme negro compuesto por un simple delantal atado a tiras que rodeaban su cuerpo a la altura de la cintura, y un gorro referente a la profesión de chef/cocinero. Lavaban los platos, cocinaban, servían y atendían a aquellos estudiantes que con anterioridad habían comprado su ticket. Para conseguir estos (tickets), los alumnos universitarios vuelven al Comedor los días viernes y, en general, los compran por una semana o por dos semanas por $25.

            Al mirar el resto del espacio pudimos descubrir que una cantidad de veinte mesas (aproximadamente) estaban distribuidas equitativamente en cuatro filas alrededor de todo el lugar. Las cuales hacían al espacio dar la impresión de un buffet un tanto moderno, mezclado con la juvenil actitud de los estudiantes.

            Había, más o menos, una cantidad de quince estudiantes degustando el menú de ese mediodía de martes. Bocado tras bocado el comedor se fue vaciando de a poco, y al marcar en el reloj las 02:30 P.M, los trabajadores finalizan su jornada de labor, apilando las mesas y las sillas una sobre otra.

            En una de las grandes  paredes laterales, se podía ver en un recuadro grande el homenaje conmemorativo a la gran cantidad de personas desaparecidas durante la dictadura, que titulaba: 30.000 compañeros detenidos, desaparecidos y asesinados ¡Presentes! Y bajo este titular se veían detalladamente la enorme lista de todos los jóvenes perdidos en la lucha por sus derechos.

            Veinticinco pesos es todo lo que se necesita para comer toda una semana allí. Después de  una fila para adquirir los tickets en  un cubículo externo al lado del comedor donde, usualmente, dos mujeres canjean el dinero por los almuerzos que se deseen comprar.  Se despiden de nosotros recordándonos enfáticamente que las puertas se cierran a las 2:30, y que después de eso ni la muestra de los almuerzos queda.




                                                                                                                           













              

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